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He naufragado en un mar de recuerdos.

Ante el futuro incierto, busco en el presente
al que soy. Hoy ya no es ayer.
G.D.

Estar ROTO DE AMOR, duele.

G.D.

viernes, 31 de octubre de 2008

A mi hija


MI SOFIA

Aún te sueño.
Te imagino.
Más sabio, un poco más viejo,
intuyo el rostro de mi niña:
soleado, bañado por la luz de mayo.
Sofía será mi madurez,
mi niña.
Adorada y adorable,
suave, bajo la luz de otoño;
ámbar y fresca,
me confirmará pleno,
dichoso.
Ella será mi Sofía.


Sofía ante el espejo
Adorable, terca y tenaz.
Mira segura,
dispuesta a conquistar.
Espejo en mano,
traslada su rostro
mientras juega,
recorta figuras coloridas
y sueña.
Adorable y terca,
así es Sofía.
Segura y coqueta,
aunque a mí se presente frágil
y delicada;
entre tules violáceos,
como danzarina improvisada,
inspiradora de valses compartidos
y juegos únicos,
que solo ella y yo
protagonizamos,
que solo ella y yo
habremos de recordar.
Así es Sofía
.
Descansar en Paz

Siento un agotamiento raro,
nuevo, especial...
desde el alma y en el cuerpo.
Gracias, por decirme que he muerto ayer;
que no importan ya
la mancha en mi camisa,
el pago de la luz,
el teléfono descolgado
ni mis notas ilegibles.
Gracias, por decirme que el pasado imperfecto
no volverá en mi contra,
o el presente
a recluirme en una interlínea impensada.
Gracias, por recordarme que he muerto ayer.
Después de todo,
podré descansar en paz.


El Hombre Sentado

El hombre está solo,
mira y espera.
No sabe que Ella pasará.
Desde el balcón,
sus ojos atentos
pierden el detalle del día:
el fuego por la llama,
la luz por el resplandor.
El está solo y espera.
Sentado, juega el rol de la víctima,
sin saber que, esta vez,
Ella lo ha perdonado.
Triste, solo,
mira sentado la vidriera de Pascuas,
sin saberlo.
Afuera: la gente, el fuego y la luz.
Dentro: su cuerpo y la melancolía de ser
-apenas- un hombre solo que espera.


PESADILLA

Sueño...
y el gato surge allí.
Imagino...
y el gato reaparece.
Fluye el agua
y se desborda.
Fluye sobre mí
y ese gato.
Un gato de carne picada,
que se destruye ante mis ojos,
y me horroriza
con sus gemidos.
Yo grito
y me despierto
húmedo,
sin poder desprenderme de esa imagen:
la de un gato
de carne picada,
que se deshace ante mi mirada,
entre profundos gemidos de muerte.

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